El XXI Capítulo General de nuestra Congregación, las Hnas. Oblatas del Santísimo Redentor se está celebrando en nuestra Casa de Espiritualidad de Ciempozuelos. Un lugar muy especial para nosotras. Un emblema y todo un símbolo para Nuestra Congregación, nuestra Casa Madre, donde Nuestros Padres Fundadores, Antonia de Oviedo y Benito Serra crearon este maravilloso proyecto que hoy sigue siendo nuetra guía y Misión. Y esperamos que ellos, nuestros Padres y todo nuestra historia vivida en esta casa, semilla de la Congregación, y el resto de Casas y Proyectos repartidos por todo el mundo nos acompañen e iluminen en estos días junto al Espíritu.
Comenzamos con unos días de retiro, que finalizaron el domingo 21 de julio con la Eucaristía de Apertura del Capítulo. La celebración fue oficiada por el superior general de los Redentoristas, Michael Brehl, quien recordaba que, en un momento como este, “la señal de que el Espíritu está en medio de nosotros es la alegría y la esperanza”.

El Capítulo se está desarrollando en clima de apertura al Espíritu de Dios, contando para el discernimiento sobre los nuevos horizontes de futuro con la presencia y participación activa de representantes del laicado de la Congregación. Como facilitadora de todo el proceso contamos, además, con Mercedes Donato, Capuchina de M. Rubato.

El 23 de julio, se celebró la Eucaristía en memoria agradecida por el paso del Espíritu por la historia Congregacional, en especial, en los Capítulos de 1969 y 1989, de los que se cumplen 50 y 30 años respectivamente.
En los días siguientes, ya adentradas en el trabajo del Capítulo, Pepe Laguna, teólogo y miembro de Cristianismo y Justicia, ofreció la conferencia “Las urdimbres del mundo”. Una intervención pensada para ayudar a reconocer la realidad del mundo actual y, en ella, las situaciones que interpelan a la Congregación, para desde ahí pasar a interpretar a la luz del carisma y elegir qué nuevos horizontes está llamada a habitar.
“La realidad histórica no es algo que acontece, que está ahí de forma natural y ante la cual debemos responder y adaptarnos, sino una realidad que construimos”, subrayó Laguna, interpelando a preguntarse qué realidad construimos, cómo y con quién. Por último, recordó que la vida religiosa nace para ir a la frontera, y percibe en el compartir del grupo una invitación a la itinerancia y a transitar en los cruces, como lugares de diálogo con lo diverso.

En el proceso de iluminación y escucha de la realidad, Emili Turú, hermano marista, acompañó una mañana de trabajo sobre el momento actual de la vida religiosa. A partir de la simbología del exilio, presentó la necesidad de articular la elaboración de las pérdidas, sobre lo que hay que dejar, junto con acompañar lo nuevo llamado a nacer. La misión evangelizadora en las periferias, el arte de tejer fraternidad universal y ser buscadoras de Dios, son los tres innegociables del ecosistema de la vida religiosa, necesarios para no perder el norte.

Un momento de gran intensidad se ha vivido alrededor de la presentación elaborada por el laicado y el amplio diálogo posterior. Se constata que la diversidad de realidades y recorridos, queda integrada en un anhelo compartido con las hermanas de seguir caminando vinculadas a un carisma que nos une, buscando con creatividad nuevos cauces, espacios e itinerarios que proyecten y clarifiquen futuro.
